El único lugar en el que los ángeles y los demonios conviven en paz
El paisaje de los muertos
Llegan a mí en versos Dibujando sueños incomprensibles Me dejan cada noche un regalo en la puerta de mi infierno Y los demonios los devoran para que el mensaje no se convierta en realidad
Sufre mi mente pesada Arrastrada por los maderos de este barco náufrago Y llego a la orilla serena sin el trofeo máximo Solo un sabor dulce llena mi boca Y suaviza mis labios Que pronuncian nombres antiguos, jamás olvidados Llenos de pasado y nostalgia
¿Qué quieren de mí mis muertos? ¿Por qué me conducen, casi de la mano, a sus paisajes pacíficos o violentos? ¿Existen en una realidad imposible o solo es otro producto más de mi mente enferma de soledad y confusión?
Viviré cada noche, bajo el letargo de la luna y el lobo febril, angustiada o alegre Siendo visitada por fantasmas que no son míos Mas de mí son, han sido y siempre serán Más reales que la sangre que corre por mis venas
Vendrán con sus regalos y su compañía para que busque la sabiduría perdida de los años acabados, de los muertos que viven en los rincones de una cabeza hinchada que no callará jamás
Comenzando de nuevo. Despertando la llama de mis letras. Viviendo en la línea entre la magia y la locura. Comprendiendo a esta tribu de ángeles y demonios que me escoltan.